No sé ser una mujer empoderada (y tal vez no quiero serlo)
Una confesión entre flores rotas, trajes masculinos y columnas quebradas.
No tengo idea de cómo ser una mujer empoderada.

Suelen irse la mayoría, me dejan sola con este vacío en el pecho, las costillas rotas y el corazón hecho trizas en el suelo. Siempre puedo reconstruirlo y pegar sus pedazos, pero lo que nunca logro recuperar son los fragmentos de mi alma que se llevaron: esos que entregué en ese libro compartido, en esa canción cantada, en cada plática profunda y en todas las versiones vulnerables de mí misma que mostré.
Siempre me quedo con el amor en la mano.
La gente a mi alrededor suele reprenderme. Hace unos días, una amiga me dijo:
“Renata, te pegan una cachetada ¡y pones la otra mejilla!”
Ese comentario me dolió más de lo que quisiera admitir.
He entregado todo de mí, doy todo lo que quiero recibir… pero al parecer, me he quedado más de una vez con las manos vacías. El sentimiento de humillación se ha vuelto casi familiar. No sé por qué escribo esto ni por qué me viene a la cabeza ahora, pero si soy honesta: no sé cómo amarme a mí misma. No tengo idea de cómo abrazar ese empoderamiento del que tanto se habla.
En los últimos años, sin duda, se ha popularizado la imagen de la mujer “poderosa”, algo que me alegra profundamente. Sin embargo, esa idea también se ha convertido en una nueva jaula.
Me es imposible no sentir la presión constante de ser fuerte, de ser independiente, de poder con todo.
Y la palabra “todo” pesa toneladas.
Sylvia Plath
“Estaba cansada de todo, como si llevara siglos luchando y sólo me quedara sentarme a ver cómo caen las hojas.”
La cultura del “puedes con todo” nos ha dejado exhaustas.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE 2021), el 19.5% de las mujeres mexicanas adultas presentan síntomas de depresión y el 19.3% sufren ansiedad severa (Fuente: INEGI).
¿Es de extrañarse que estemos cansadas?
Hace poco vi una propaganda de toallas femeninas. Decía algo como:
“No dejes que el dolor menstrual te detenga, ¡tú puedes con todo!”
Oye! Marca mundialmente conocida.
Quisiera decirles que no.
No puedo con todo. Estoy al borde del quiebre.
Y no estoy sola: en México, el 75% de los trabajadores sufre de estrés laboral severo, y las mujeres cargamos además con una “segunda jornada” de trabajo no remunerado que implica 40 horas semanales en promedio dedicadas a labores domésticas (Fuente: ITESO).
Pienso en mi madre, en mi abuela y en todas esas mujeres alrededor del mundo que, a través de los años fueron explotadas por la sociedad, drenadas por lo que sus familias esperan de ellas, las pienso tanto.

Solo sé que estoy muy cansada.
Estoy exhausta, mejor dicho.
Audre Lorde, Sister Outsider
“Cuidarme a mí misma no es autocomplacencia, es un acto de supervivencia política.”
Es irreal el dolor que siento debajo del cuello todos los días, tras trabajar y darlo todo de mí.
Es insoportable la necesidad constante de poner los ovarios sobre la mesa, de demostrar autoridad en este mundo masculinizado.
Es incoherente que, en un planeta donde el arquetipo femenino domina la naturaleza misma, en donde nosotras damos vida, también en este mismo planeta a las mujeres se nos arranque la vida misma y se nos drene la energía desde todas las trincheras: en el hogar, en el trabajo, en el amor, en la calle.




Ser una “mujer empoderada” bajo este sistema a veces significa simplemente sobrevivir mientras tu alma se desmorona en silencio.
La industria moderna nos vendió el autocuidado con videos producidos de TikTok, reflejando baños de burbujas y mascarillas sobrevaloradas. Cuando en realidad, el autocuidado va mucho mas allá de eso, es algo mas profundo y, en ocasiones, hasta oscuro. El autocuidado no siempre es bonito ni digno de fotos ni reels. A veces es decirle que no a alguien que amamos. A veces es dormir 12 horas. A veces es desconectarnos de todo para poder volver a nosotras mismas.

Abrazo al feminismo día con día, abrazo ser mujer todos mis días, en cada ciclo.
Los libros apilados al lado de mi cama llevan nombres de las grandes artistas que me forjaron desde hace años: Simone de Beauvoir, Anaïs Nin, Sylvia Plath, Cristina Rivera Garza, Alejandra Pizarnik, y alguna otra autora perdida por ahí.
Duermen a mi lado, atrapadas en esas páginas llenas de mis notas, mis post-its desordenados, algún sticker de Hello Kitty marcando frases importantes.
También las postales y fotos viejas de todas las obras de arte donde se retrata la feminidad en tantas facetas.
En momentos como este, recuerdo a las mujeres que he leído, con las que he vivido, y a las más reales, a las más cercanas, a las más mías.
Todas ellas me han enseñado que ser mujer no es encajar en un molde.
Suelen llamarnos histéricas, y quizás algo de razón tienen:
A nivel mundial, el 66% de las mujeres reportan sentirse estresadas hasta el punto de que esto afecta su vida diaria, superando el 58% reportado por los hombres.
Every time you call me crazy
I get more crazy
What about that?
And when you say I seem angry, I get more angry
And there’s nothing like a mad woman
What a shame she went mad
No one likes a mad woman
You made her like that
Taylor Swift, Mad Woman
Sé lo estresada que estoy.
Sé que todas lo estamos.
Lo sé porque las manos me tiemblan mientras escribo esto, y porque, al mismo tiempo que se me desborda el corazón, pienso en todo el trabajo que tengo que hacer mañana, dentro y fuera de casa.
Todas mis musas, todas mis autoras favoritas previamente mencionadas, me enseñaron a abrazar cada faceta de mí, no solo la fortaleza.
Aprendí de la valentía, del dolor, del sexo, del amor, de la locura misma que vive en cada una de nosotras, esas virtudes heredadas por nuestras ancestras: las químicas, las científicas, las llamadas brujas.
Fuertes, sí.
Pero también profundamente humanas.
Hoy no quiero ser la mujer que puede con todo.
No quiero ser la que sonríe mientras se desangra.
Hoy decido ser la mujer que admite que está rota, que llora, que se derrumba más de lo que le gustaría admitir…
Y que, aun así, sigue aquí, abrazándose a sí misma en medio de su propio naufragio.
Porque tal vez el verdadero empoderamiento no sea una foto de Instagram ni un eslogan publicitario.
Tal vez el verdadero poder esté en no negar nuestro cansancio, en honrar nuestra tristeza, en reconocer que, a veces, ser fuerte también significa pedir ayuda o simplemente dejarse caer.
Y eso, para mí, hoy también es revolución.
Esta es mi revolución: llorar, quebrarme y seguir.

“Tú puedes dispararme con tus palabras,
puedes cortarme con tus ojos,
puedes matarme con tu odio cruel,
pero aún así, como el aire, me levantaré.”
Fragmento de: Still I rise, Maya Angelou
A veces me siento como Ophelia flotando entre flores rotas. A veces como Frida, reconstruyéndome entre clavos, o vistiendo trajes masculinos, y otras veces me siento como yo, rota, humana y sin llenar el molde de empoderamiento femenino, pero siempre mujer, siempre feminista. Y aun así, sigo aquí.
Y seguiré aquí.
No soy una mujer empoderada. Soy una mujer real.
Un abrazo para todos;
Con amor, Renata.
Abrazo el feminismo y abrazo cada una de tus letras. Gracias por poner en palabras, con tanta fuerza y claridad, un sentipensar que también me habitaba profundo. Estos días me he sentido rota, cuestionando y resignificando el autocuidado, y leerte me dio fuerza.
He estado investigando sobre el tema, pensando mucho en Frida y en cómo lograba crear en medio de tanto caos. Sentí que las autoras que citaste también son mis musas ahora, y encontrarte fue una hermosa sincronía. Abrazo grande! 💜💜💜
Un abrazo a todas mis feministas 🫂💗💜que hasta la palabra empoderamiento nos han arrebatado, pero nosotras seguimos de pie. Seguimos siendo aquellas mujeres que no nos gusta callarnos que seguimos en nuestra revolucion💜